¿Quién me iba a decir a mí cuando empecé a hacer reseñas por aquí, que iba a acabar reseñando y explicando un Monopoly? ¿qué ha pasado?
Pues la explicación es fácil. De chaval, en el grupo de amigos, en Reyes cuando alguno recibíamos un juego de mesa, lo exprimíamos hasta el infinito y más allá. El Monopoly fue uno de esos. Todavía no existía el Trivial. la baraja de Fournier, los dados y los Juegos Reunidos Geyper nos daban horas y horas de risas, piques y enfados que acababan con la revancha y unas risas. La amistad debe ser algo así.
Llegué a participar en un torneo en Galerías Preciados y ahora me parece tan tedioso…
Pero un día, en un directo de Funattic Channel, Nano y Raquel hablaron del Monopoly bueno. A pesar de mi reticencia, acabé comprándolo como tantos otros juegos, que para algo tiene que valer ser un influenser con criterio.
No falló, lo traje a casa, se lo saqué a la familia y jugamos una partida tras otra entre risas, lloriqueos, piques y enfados. Me llevó a esa forma de afrontar los juegos, la forma en que jugábamos de pequeños, jugar en bucle alrededor de una mesa olvidando el mundo, en el círculo mágico de la mesa de juego.
Todo consiste en completar tres colecciones de calles antes que los demás, usar cartas de acción que nos darán cartas extra, alquileres o directamente robar cartas a los otros jugadores y no quitar ojo a la zona de juego de nuestros rivales.
Es un juego sencillísimo de colecciones y rápido. Hay que darle una oportunidad aunque se llame Monopoly.